jueves, 20 de septiembre de 2012

El Bufón



El Bufón Cel Roig


Frente a una puerta destartalada habia unos dibujos muy curiosos: 
“Un Nosferatu, dragones, un bufón, una muñeca con los labios cosidos, un escarabajo...”

Tras ella.. un hombre joven, delgado y musculoso ataviado con vestiduras rasgadas y un gorro de bufón, además de pinchos y cadenas. Se puso serio, volvió la vista a un lado unos instantes y se dirigió a mí.

-Soy CelRoig el bufón. Bienvenida a mi solitario hábitat. 
Al quitarse el gorro para saludarme, pude apreciar una cresta, además de numerosos piercings y tatuajes. Luego me dio un fuerte abrazo que podía calificarse de rompe-costillas.

Lo primero que captó mi atención fue que más de la mitad de la estancia estaba ocupada por un gran espejo en el cual se reflejaba toda la estancia, el cual creaba una sensación envolvente bastante curiosa. 
Las paredes estaban repletas de poemas grabados con una navaja y los surcos pintados de rojo oscuro, como si fueran tatuajes en la piel del habitáculo. La iluminación tenue creaba un ambiente sombrío y la ausencia de ventanas lo cargaba. Del techo colgaban unos cuantos limones atados con sedal de pescador. Un tanto más allá unos cuantos útiles de malabares desperdigados por el suelo y, en torno a sus tobillos, unas argollas de las que salían unas gruesas cadenas.

-Oye, veo que examinas todo lo que tengo aquí dentro. Déjame que te lo explique y lo entenderás mejor.

Atenta, primero va el espejo. Muestra el estado de ánimo más superficial de quien en él se refleja, pero también surge la parte mas profunda de nosotros mismos, como pueden ser nuestros mayores temores.
Aunque suelen ser facetas muy opuestas, no es malo, al contrario. Eso demuestra que eres una persona compleja y profunda, y eso es bueno... vaya, al menos es como yo lo veo.

 Le mostré una amplia sonrisa, asentí y espié su reflejo. Una de las imágenes era la de un bufón alegre y despreocupado que daba cómicos saltitos por toda la habitación. La otra era la de un guerrero que se mantenía de pie con firmeza y estaba completamente pertrechado con su armadura para protegerse. Interpreté la combinación de esas dos figuras. Se alegraba de haberme conocido y de tener visita pero, al mismo tiempo, era desconfiado y se mantenía en su lugar con firmeza. 

-Sigamos. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Ahora, por ejemplo, los limones.

Son mis limones ahorcados, heridos por el hilo de pescar que al mismo tiempo los sujeta e impide que se caigan. Simbolizan los sabores que me evoca la vida, el agridulce y el amargo y la manera en que me dañan los acontecimientos. También representan mi visión del amor. Te sostiene, es cierto, pero te marca y te daña. Es la mayor contradicción que existe, porque es capaz de sanar, pero también de abrir nuevas heridas. Por eso me gusta y a la vez lo detesto. 

Soy una persona cargada de miedos e inseguridades. Tiendo a un carácter alegremente depresivo y a darle muchas vueltas a las cosas.. por ello aquí tengo a mi inigualable, al inimitable... ¡Señor Roca! 
Hizo un gesto teatral con las manos para señalarlo, mientras yo aplaudía entre risas. Y para presentarle, nada mejor que una demostración de malabares encadenados! Damas y... bueno... ¡Dama! Preste atención.

Se acercó a un rincón y cogió tres pelotas y empezó a manejarlas con gran habilidad a pesar de las cadenas. Sus movimientos estaban perfectamente sincronizados, como si una música en su interior le guiase. Su concentración y su destreza me parecieron fascinantes. Después tomó una esfera transparente de las usadas para hacer contact ball y pude ver como se deslizaba por sus brazos y sus dedos sin jamás tocar el suelo. 

¡Tachán! Pues he aquí a mi médico, mi loquero, por así decirlo. Realmente, podría llamarle Doctor Roca. 
Él es el poseedor de mi racionalidad, se la entregué con gusto por un par de motivos: para poder ser un alegre loco y porque, en los momentos bajos, me ayuda más una voz ajena. Parece ser que hago más caso a los consejos que me da alguien externo a los que me doy yo mismo. ¿No te ha pasado?

- La verdad es que sí, no tengo porqué negártelo. A decir verdad... es algo muy extendido. 
Solemos dar más crédito a lo que nos viene de fuera. Vale, a veces se necesita un poco de refuerzo externo, pero es una pena que no nos escuchemos más a nosotros mismos.

A pesar de todo, le veo sentido a lo que me cuentas, raro, pero lo tiene. Todavía quedan objetos por mencionar, así que, porfavor, sigue describiéndome los demás elementos de tu estancia.

- Cierto. Pasaré a describirte, todos los bártulos de malabares que tengo aquí: mis pelotas, mis mazas, mi bola de contact ball... me encantan los ejercicios de habilidad y destreza. No podría estar sin practicarlos, es algo que necesito y me ayuda a tener la mente ocupada. También están mis poemas, grabados con mi navaja en la pared. Poco te puedo decir de ellos, sería mejor que los leyeses cuando tuvieses ocasión.

Y queda otra cosa muy importante. Las cadenas que sujetan mis tobillos. Me dan amplitud de movimiento pero no me permiten desplazarme donde quiero. Simbolizan la libertad limitada que tienen las personas y todas las ataduras que aceptan por parte de la sociedad y del sistema establecido. No me estorban, me he acostumbrado a ellas. Aún así limitan mis saltos y mis ejercicios... aunque su peso me hace estar más musculoso. Tampoco me permiten acercarme del todo al espejo, aún no se lo que pasaría si lo hiciera. Me da mucha curiosidad, pero se que puedo vivir perfectamente sin saberlo.

- Razón no te falta, nunca dejamos de esclavizarnos de algún modo. 

- También están mis tatuajes. Cada marca en el cuerpo es una marca en el alma y tiene un significado muy concreto y a la vez muy amplio. Los símbolos hablan de sabiduría, superación miedos tontos, represión, prejuicios, valor, lucha, cambio... y de muchas cosas más. Son una crítica social y un llamamiento a hacer algo para intentar mejorar la situación en la medida de las capacidades y posibilidades de cada uno. Aquí dentro no los ve mucha gente, por eso los puse todos en la puerta, por si pasaba alguien y se fijaba en ellos. 

¿Y sabes? Me hace mucha ilusión el hecho de tener alguien con quien hablar después de tanto tiempo. Y no sólo eso, también me escuchas, te interesas por lo que te cuento y me animas a continuar. En el cristal puedo ver que no finges para complacerme, sino que tu curiosidad es sincera. Me lo estoy pasando muy bien y seguro que tú tienes muchísimas anécdotas y reflexiones interesantes que compartir conmigo si dispusieses del suficiente tiempo. Me da que no será así, pero intervendré gustoso en cualquiera tema que me propongas

- De momento, prefiero escuchar lo que tú me digas. 

- Como desees. ¿Hay algo que quieras saber?

- Sí, antes mencionaste los miedos que anidan en tu interior. Háblame más de ellos, profundiza en el tema.

- Sí, vamos a ver... 

El miedo es para mí como mi gemelo, mi hermano siamés que siempre está unido a mí. Me vigila mientras duermo y velará mi lecho de muerte. Ha crecido conmigo, guiando y frenado mis pasos durante tantos años que quiero y no quiero deshacerme de él. Forma parte de mí y en ocasiones, desearía que no fuese así.

Temo a la ausencia de sentimientos, temo lanzarme a perseguir mis sueños, temo al error y las decepciones. Siempre estoy pensando en el futuro y en todo lo que puede irme mal y eso, en ocasiones, me hace detenerme. Pero entonces, acuden la apatía, la monotonía y la desgana, que me gustan menos todavía. No obstante, el presente me parece raro e insulso, me impide soñar y volar. El pasado es el recuerdo de las victorias y las derrotas que más me marcaron. Las cicatrices que me dejaron las últimas, siento me paralizan algunas veces.

- Parece que todos los tiempos te traban y te impiden lanzarte. ¿No serás tú mismo el que lo hace?

- Probablemente... sí, tienes razón. En mi mente suele haber dos ideas enfrentadas: por un lado pienso que cuando quieres algo de verdad, de todo corazón, el universo conspira para que lo puedas lograr. Por otro lado, se que si se está mucho en las nubes y pretendes volar demasiado alto, se te pueden fundir las alas de cera y puedes estamparte contra el suelo. Es complicado encontrar el equilibrio entre ambas.

La última sílaba se perdió en el aire mientras todo el entorno empezaba a girar y a cambiar. 
Entonces, cuando el cuarto de baño hubo desaparecido para dar paso un nuevo escenario..

Aparecia Cel Roig y tras caminar unos minutos se detuvo en una solitaria parada de autobús donde acudió un transporte que le dejó enfrente de su casa. Abrió la puerta, abrió la nevera y puso a calentar un plato preparado en el microondas. Cuando estuvo listo, se desplomó en el sofá y encendió el televisor. Puso cualquier programa que le permitiese no pensar y empezó a devorar su cena semi-ausente, tratando de llenar con las imágenes y los sonidos que ésta le transmitía el vacío adormecido existente en sus entrañas. No era prácticamente consciente del mismo pero éste existía y aumentaba con el paso del tiempo. 

Al parecer, todos sus días eran prácticamente idénticos y, las personas de las que se rodeaba, también. Solamente hablaban de banalidades, presumían de sus posesiones o comentaban su día a día en sus trabajos. En ellos les explotaban y ninguneaban, pero todos tragaban, estaban domesticados. Simplemente, masticaban el pan como ovejas y asistían al circo por satélite mediante modernos reproductores. Competían entre ellos para ver quien tenía el mejor equipo de música, el televisor más grande o el coche más lujoso pero nada de eso les hacía felices. Eran una manada de autómatas consumistas.

Lo que era más extraño es que entre ellos estaba CelRoig. El loco dicharachero e inconformista tenía una existencia normal, un trabajo normal y un comportamiento normal... y normal quería decir gris. 
Nada necesitaba ser cuestionado..
Siempre que él tuviese la barriga llena, una cama caliente y entretenimiento fácil y llano. 

Poco a poco, se fue tornando gris, un gris neutro, apático y feo. Se fue despersonalizando y apagando hasta que quedó convertido en piedra. Reapareció apoyado en el señor roca, con la cabeza apoyada a su tapa y con los brazos alrededor de su taza. No iba a ser yo quien le apartara de su amigo y terapeuta, así que decidí que habíe llegado el momento de dejar atrás aquel lugar cuando, de pronto, algo me distrajo. 
Enfrente mío, en el espejo, había un reflejo del bufón que se puso a hacer monerías para que le hiciese caso. Me acerqué mirandole fijamente, él rió y sopló desde el otro lado del cristal. 
Con su vaho, hizo aparecer una palabra:

“Valentía.”

“Sin duda no te falta, y no debe faltarnos jamás”.



..Cajita de musica..




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